Creo en Brasil. Pero a veces me pregunto si este país, con casi 200 millones de personas, recursos naturales a casco porro, mano de obra de todos los niveles, haciendo frontera con practicamente todos los países latinoamericanos (que crecen a un ritmo del 4% de media), kilómetros de costa atlántica, todos los tipos de clima, vegetación… puede salir adelante. Cuando pisé Brasil por primera vez en la vida, allá por 2009, el crecimiento del PIB consolidado (de 2008) era de más del 5%. Entre 2010 y 2011 Brasil creció al 7,5%. Parecía el mejor lugar para invertir (y lo fue. España es el segundo mayor inversor en Brasil, solo por detrás de Estados Unidos). Parece como si de un momento a otro, Brasil fuera el paraiso.
Hoy vemos la realidad, que difiere de la ficción mental (también de mi ficción optimista). Brasil crecerá en 2012 al 1% (con suerte), un crecimiento solamente permisible a las viejas economías ya maduras. Un «BRICS» que crece al 1% no merece ser «BRICS». Todas las previsiones de crecimiento para 2013 se están recortando un ritmo increíble. Hace un par de meses, Brasil iba a crecer al 4% en 2013. Hoy, dependiendo de la fuente, el crecimiento se estima entre 2,9% y 3,1%; y todo esto, siempre y cuando la industria presente un desempeño favorable. Por su parte, el Gobierno de Rousseff continua afirmando que crecerán al 4% -como también afirmaron hasta la saciedad que en 2012 crecerían al 2%-.
Está claro que manejar un país de 200 millones de habitantes no es fácil, pero hay cosas que todavía, en un país desarrollado, no se entienden. Por ejemplo, Brasil ocupa el último puesto en apertura comercial medida por Importaciones/PIB. Las barreras comerciales a la importación son increíbles: cientos de procesos, necesidad de empresas brasileñas para realizar las gestiones, aranceles altos -y creciendo-, varios antidumping -también a la UE-, y un largo etcétera. Por no hablar de productos con necesidades especiales como alimentos… En 2012 se registró el mayor déficit por cuenta corriente de la historia de Brasil (por lo menos, desde que se tienen datos, desde 1947). Un total de 54 mil millones de dólares, el 2,15% del PIB.
La inflación es otro tema interesante. En diciembre se esperaba una inflación del 0,6%, y finalmente la subida de precios quedó por encima del 0,8%, cerrando 2012 con una inflación de casi el 6%. Para este enero se espera que la inflación vuelva a superar el 0,8%, registrando otro dato histórico.
¿Y como le va al Estado? En 2012, según los datos provisionales del Banco Central de Brasil, hasta noviembre, el déficit nominal sumó 112.062 millones de reales, un 2,79% del PIB, 0,43 puntos porcentuales por encima del dato registrado en el mismo periodo de 2011. Es decir, las cuentas públicas de Brasil, lejos de estabilizarse, están empezando a ir mal. Tantos incentivos a la industria, para -hipotéticamente- mejorar el rendimiento y eficacia han hecho que Brasil deje de recaudar y obtenga menos beneficios que en años anteriores. Y esto estaría bien si realmente la industria mejorase, pero no. Los economistas dicen que cuando se corte el grifo de los incentivos, la industria volverá a presentarse como siempre: precaria y poco eficiente. Estan vendiendo pescado, y no cañas.
Todavía creo en Brasil. Todavía creo en que los empresarios apuesten por la eficiencia, presionen al gobierno para que se abra al mundo, y crezcan. El optimismo (mio y de millones de empresas nacionales que quieren crecer e internacionales que quieren entrar en Brasil) depende ahora de cómo el gobierno de Rousseff gestione su último año de mandato. De momento, parece que el populismo está ganando sobre el crecimiento real. Ojalá cambie esta tendencia.
Un comentario en “Optimismo frustrado o de cómo BRICS puede acabar en RICS”