Debía ser octubre, año 2010, estaba visitando Rio de Janeiro como cualquier otro gringo, tomando una cerveza en las arenas de Copacabana. Llegaron unos chicos que vivían en la favela de Cantagalo (cerca de allí) y estuvieron hablando con nosotros. A la vista, gente encantadora. Le pregunto por las unidades de policía pacificadoras (UPPs), que el gobierno ha instalado en varias favelas de Rio de Janeiro, para conocer su visión (la del gobierno ya la conocía por la prensa: «las favelas ahora son un lugar maravilloso y su gente es feliz»). Me dice que, en parte, ha mejorado porque el tráfico de drogas se ha movido a otros lugares de Rio, pero que ahora no podía ni sacar la basura de su casa, porque había un policía apuntándole con una escopeta y preguntándole «¡Qué lleva en esa bolsa!». Habían dejado de sentirse vigilados por los narcos, y ahora estaban vigilados y amenazados por la policía. Él se dedicaba a vender pareos en la playa.
En ese contexto, estos días Brasil vive un revuelo tremendo con el caso Amarildo. Este caso es casi un desconocido en España, porque no vende. También era un desconocido para la prensa brasileña hasta que la presión social en las redes, en las calles, y en todas partes, exigió una respuesta. Amarildo era un pescador de la favela de Rocinha, una de las mayores de América Latina, y muy cercana a la playa de Ipanema, en Rio de Janeiro. La favela está «pacificada» por una Unidad de Policía Pacificadora. Un día, el hombre desapareció. La última vez que se le vio, estaba en una comisaría de la UPP de Rocinha. Nunca más se supo. Su mujer dio la voz de alarma y, por suerte, alguien se dio cuenta a tiempo y lo colgó en las redes. Pasaron meses sin saberse el paradero de Amarildo. Y las presiones sociales se intensificaron. Tanta fue la presión, que la Policía Civil de Rio abrió una investigación para conocer las causas de la desaparición. La investigación concluyó que Amarildo fue torturado con descargas eléctricas y métodos de asfixia, hasta que murió. Su cadáver se encuentra desaparecido. Según la investaigación del Ministerio Público «fue ocultado por los policías en un lugar todavía no descubierto». Parece que la policía tenía dudas de si Amarildo estaba envuelto en asuntos relacionados con el narcotráfico. Luego se desmintió que estuviera involucrado. Era solo un pescador.
Los policías que actuaron en la tortura se enfrentan ahora a 30 años de prisión. Ellos dicen que no hicieron nada, y que soltaron a Amarildo poco después de llevarlo a la comisaria. Vecinos aseguran que en el contenedor que hace de Comisaría de la UPP en Rocinha se practican torturas para interrogar a personas, de forma rutinaria.
En los últimos años el número de homicidios causados por la policía ha descendido. El número de desaparecidos en favelas ha aumentado. Desde 2007 suman más de 35.000 desaparecidos. Saquen sus propias conclusiones.
PD: Es interesante entrar en la página web de las Unidades de Policía Pacificadora de Rio de Janeiro, y ver las fotos de gente feliz, jugando al fútbol, en conciertos, etc… Podéis ver la cara de la moneda que queráis: http://www.upprj.com
Foto © Alicia Nijdam-Jones
Essa realidade mostra que os tempos de nossa ditadura MILITAR não estão tão distantes ainda. A polícia, que -vale destacar- também é MILITAR, é uma das principais heranças desse tempo. Junta-se a isso a mentalidade de muitos cidadãos de que «bandido bom é bandido morto». Cidadão esse que ainda não entendeu que a violência é fruto quase que natural de uma sociedade opressora e pobre.